Recién comenzamos diciembre, pero desde hace algunos días los centros comerciales de mi ciudad se encuentran adornados con motivos navideños. Voy llegando a la oficina del PETAS en la Universidad Nacional de San Juan, que por dicha todavía es pública y gratuita a pesar de la agenda de prioridades del actual gobierno. Mientras acomodo mi bici en un rincón, escucho en la radio los «consejos de Navidad para épocas de crisis». Te anuncian que la temporada navideña ha comenzado y hay que planificar cómo administrar los gastos para los regalos y las fiestas.
Es el cuento de todos los años. Es el ritual de nuestra sociedad, un tanto despistada y otro tanto hipócrita, que nos dice que ya es época de festejos. Adornamos las calles, las tiendas se colorean y la fiebre de compras se desata. Con cierto tono culposo, hasta el más humilde parece festejar la obsesión por las cosas antes que algo de espiritualidad. El cóctel consumista tiene hasta un gingle publicitario dirigido a aquellos de ‘escasos recursos’.
Mientras espero a los alumnos para una consulta, chequeo el correo. En el mailing de Unicef Argentina se anuncia la reciente publicación (hace minutos nada más) del reporte titulado «Pobreza monetaria y privaciones no monetarias en Argentina«. En pocas palabras, el informe dice, nada más ni nada menos, que el 48% de los niños, niñas y adolescentes en Argentina es pobre.
Todo parece indicar que en estas tierras los pesebres indigentes no tienen muchos derechos. Y estos pobres, mayoritariamente niños y adolescentes, lo son cada día más. De repente recuerdo la canción de Navidad de Silvio Rodríguez, cuando dice «… la gente luce estar de acuerdo, maravillosamente todo parece afín al celebrar. Unos festejan sus millones, otros la camisita limpia y hay quien no sabe qué es brindar«. Cambio la radio y escucho por completa la canción que, como siempre, emociona. Sigo leyendo…
El informe, realizado de manera conjunta por el Instituto de Estudios Laborales y de Desarrollo Económico de la Universidad de Salta, la Universidad Nacional General Sarmiento y la organización Equidad para la Infancia, indica que casi la mitad de los niños y adolescentes en Argentina son pobres. Estos datos, tomados de fuentes oficiales (INDEC, primer semestre de 2018), evidencian que los niños y adolescentes tienen, al menos, un derecho básico insatisfecho, y el 42 por ciento vive en hogares con ingresos insuficientes.
Vale destacar que el estudio se basa en el análisis de privaciones no monetarias y toma en cuenta distintas dimensiones que vulneran los derechos y determinan situaciones de pobreza. En nuestro país, apodado ‘el granero del mundo’ ya que exporta alimentos para unos 400 millones de habitantes, se evidencia que unos 6,3 millones de menores de 18 años carece de uno o más de los derechos básicos, como educación, protección social, vivienda adecuada, saneamiento básico, acceso a agua potable y un hábitat seguro.
Mientras ‘bajo’ el informe de la página oficial de Unicef Argentina para compartir la noticia, muchos medios nacionales y locales ya se hacen eco de la misma. La noticia, en estas fechas febriles de compras y festejos anticipados, parece no tener cabida. Sin embargo, ahí está y muchos ya la comparten en las redes sociales. ¿Será que este año el niño Jesús nos trae algo de cordura y reflexión crítica sobre lo que pasa en nuestro país? ¿Qué necesita nuestro gobierno, que festeja hasta las lágrimas el haber juntado al grupo de presidentes de los países más ricos del mundo en el Colón, para darse cuenta de la grave situación que el informe evidencia? ¿Qué se necesita para quitar las ‘ojeras’ a un gobierno que se presume el mejor de los últimos cincuenta años pero es incapaz de advertir la inequidad e injusticia de sus políticas?
Pido disculpas por desentonar con el clima de festejos y consumo que en la radio que escuchaba se quería imponer. Quizás es doloroso decirlo, a días de la Navidad, pero es justamente ahora cuando se hace patente y más que necesario destacar lo que nos sucede como sociedad. Ojalá este informe sea multiplicado por millones y sirva para cantar a gritos la necesidad de un cambio de rumbo, ya que el rumbo elegido ilustra estar en las antípodas de aquel que nos lleve a ‘la pobreza cero’ como prometió el gobierno en campaña.
Esteban Tapella (PETAS-UNSJ)