Fin de año suele tener el sabor a los encuentros con los seres más cercanos. Muchas veces, la Academia permite que estas reuniones nos acerquen a lugares y a personas, que sin saberlo, ya eran familia y amigos/as.
Este noviembre resultó ser una de esas concentraciones emblemáticas: un grupo integrado por veinte personas de diferentes disciplinas científicas y nacionalidades, entre quienes se encuentra Lidia Furlani, becaria doctoral de CONICET e integrante del PETAS, visitó y conoció la reserva del pueblo A’i (Cofán) en Sucumbíos, Ecuador.
Se trató de un viaje que permitió aprender en comunidad junto a un pueblo ancestral el modo armónico de habitar y vivir el mundo, espiritual y materialmente hablando. Una estrategia de trabajo desde la investigación social donde extensión y aprendizaje se fusionan en una relación de beneficio mutuo.
El recorrido para llegar al destino permitió contrastar la pobreza del pueblo ecuatoriano y la imponencia de la selva amazónica. Se vuelve notable que los pueblos indígenas de Latinoamérica atraviesen intensos procesos de transformación, iniciados en la colonización y continuados actualmente con la globalización. Lo que repercute en un bombardeo de marginalización, empobrecimiento y desvalorización sistemática de manos del capitalismo. En medio de esta situación, resulta gratamente sorprendente que algunos de ellos decidieran, a paso de plomo, abrirse y compartir sus conocimientos a los «cucamas» (mestizos o blancos). Una apertura que permite conocer y comprender sus modos de vida, su cosmovisión y cultura en armonía con los ecosistemas.
El grupo fue recibido y hospedado en la maloca del taita David Queta, junto a su esposa Tntn y sus hijos e hijas. Ellos viven en territorios de selva virgen de la reserva, alejados de la zona de Dureno, donde reside gran parte de la comunidad Cofán. Adentrarse y establecerse en la soledad de la selva es una práctica de los taitas para profundizar aprendizajes sobre las plantas y sus atributos para sanación.
David junto al taita Edilberto y apoyado por su padre, el líder y activista de derechos indígenas, Taita Querubín Queta Alvarado (105 años), se han propuesto compartir sus enseñanzas tanto en la selva como en otros lugares del mundo.
Lidia Furlani, quien se ha formado en Psicología Social y estudia los modos de vida de mujeres rurales, sintetiza su experiencia al manifestar que «…convivir con ellos fue conocer un mundo donde la conexión con la Tierra y las plantas se hace espontánea. El respeto a sus prácticas, rituales y creencias se impregna en el cuerpo desde el primer momento. Al trabajo manual de la siembra de tabaco, la plantación de yuca o la pesca en el río se lo combinaba con historias de jaguares, boas y espíritus de la selva que nos acompañaban desde dentro de los árboles. Resulta fácil percibir cómo en la vida de los cofanes se combinan la humildad, el servicio y la sabiduría en cada labor. Nada tenía la lógica racional a la que acostumbramos, sólo nos asentábamos en la confianza de la sabiduría de este pueblo ancestral«.
Ya sea acostado en su hamaca o disertando en un congreso internacional, el Taita Querubín hace una invitación explícita y concreta a cada momento: «…conocer la botánica de las plantas de la selva para sanar el cuerpo y el espíritu de las personas«.
Sincretismo y transformación surgen del regalo de estos conocimientos.
Lidia Furlani concluye: «nosotros no seremos como ellos, ni ellos serán como nosotros. Es la puerta a otros modos de habitar el mundo. Tanta generosidad en tiempos de shopping espiritual me lleva a la convicción que es desde los pueblos más pobres de Latinoamérica donde surgen las plantas que nos sanarán«.
El viaje se organizó en coordinación con la Fundación Onca, que tienen tres hogares en territorio tribal: una casa en Sucumbíos Amazonas dentro de la reservación A’i-Cofan, una en Micodí, aldea Pigmea y Mitsogo de África Central, y una en Margaritas México dentro del territorio sagrado Wirikuta.
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(c) Fotografías de Manuel Llano.
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