A pesar de la distancia geográfica y cultural que nos separa, no podemos ser indiferentes frente a los hechos ocurridos en Afganistán. El mundo no puede mirar hacia otro lado mientras los talibanes esclavizan sexualmente a mujeres y niñas.
Desde la retirada de las fuerzas estadounidenses y de la OTAN de Afganistán que, dicho sea de paso, han tenido durante veinte años una intervención más que vergonzosa, los talibanes se han hecho rápidamente con el control de todo el país.
Los líderes talibanes que tomaron el control ya emitieron una orden a los líderes religiosos locales para que les proporcionaran una lista de niñas mayores de 15 años y viudas menores de 45 para “casarse” con combatientes talibanes. Si estos matrimonios forzados se llevan a cabo, las mujeres y las niñas serán llevadas a Waziristán, en Pakistán, para ser reeducadas y convertidas al “auténtico Islam”.
Esta orden ha provocado un profundo temor entre las mujeres y sus familias que viven en estas zonas y las ha obligado a huir y unirse a las filas de los desplazados, sumándose al ya desastre humanitario que se venía dando en Afganistán. Solo en los últimos tres meses, 900.000 personas han sido desplazadas.
El poder por parte de los talibanes es una cruda advertencia de lo que se avecina y un duro recordatorio de su brutal régimen de 1996 a 2001, durante el cual las mujeres fueron sometidas a persistentes violaciones de los derechos humanos, se les negó el empleo y la educación, se les obligó a llevar el burka y se les prohibió salir de casa sin un “tutor” masculino o mahram.
A pesar de afirmar que han cambiado su postura respecto a los derechos de las mujeres, las acciones de los talibanes y sus últimos esfuerzos por someter a miles de mujeres a la esclavitud sexual demuestran todo lo contrario. Los avances logrados por las mujeres afganas en los últimos años, sobre todo en materia de educación, empleo y participación política, están gravemente amenazados.
Consideramos que la ONU y la comunidad internacional deben actuar ahora con decisión para evitar que se cometan más atrocidades contra las mujeres y niños en Afganistán, garantizando un proceso de paz y condenando todas las formas de violencia de género contra los civiles. No debe haber impunidad para los actos de violencia sexual como parte de un enfoque integral para buscar la paz sostenible, la justicia y la reconciliación nacional en Afganistán. Invitamos también a la comunidad de investigadores y docentes del Sistema de Ciencia y Técnica de Argentina y América Latina a repudiar estos tristes acontecimientos.
Equipo PETAS.