Un grito acuerpado y colectivo: ¡vivamos las mujeres rurales!

Por Natalia Silva y Lidia Furlani

En una Asamblea General de Naciones Unidas del año 2007 se definió que el 15 de octubre sería el Día Internacional de las Mujeres Rurales. Dicen que el propósito fue “mejorar la situación de la mujer en las zonas rurales”. Celebramos parcialmente este reconocimiento ya que es insuficiente, más aún, está vacío, acartonado.

Para las mujeres que resisten en el campo, vivir bien resulta especialmente difícil en un territorio empobrecido por la ausencia de políticas públicas, donde las desigualdades de género se agudizan por estados que no garantizan derechos. Darle una (o varias) vuelta(s) de tuerca a los designios internacionales que marcan agenda, en el intento de acaparar las luchas feministas, pareciera la encrucijada en la que tenemos que entrenarnos a diario. Esto lleva a cuestionarnos: ¿cómo procesamos el enlatado de organismos extranjeros que mandan consultores a definir en informes nuestras realidades?; ¿quiénes habilitan las voces y demandas de las mujeres rurales?

Hay otro hecho bien cercano al 15 de octubre y que sucede hace 35 años. En el 2019, en La Plata, se consolida aún más la transformación del “Encuentro Nacional de Mujeres” al Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No Binaries. El cambio de nombre, ni sencillo ni uniforme, materializa una metamorfosis. La nueva denominación plasma el deseo de ensanchar un poco más el mundo para que mayores diversidades tomen la palabra, la disputen, la griten, la canten. En ese espacio político de múltiples discusiones, acuerdos y fiestas, las mujeres rurales, campesinas, indígenas y migrantes se hicieron lugar a fuerza de levantar su propia voz. Con verdurazo y tractorazo, las hermanas estuvieron presentes al grito de “¡detrás de este brócoli estoy yo y está mi familia!” mientras empuñaban la verdura que como alimento precedía lo vital del grito.

Bien, pero ¿cómo entran en escena los organismos internacionales y el encuentro pluri en las historias de las mujeres rurales de las tierras del noroeste sanjuanino? Es posible que las mujeres de estos pueblos no conozcan de ninguno de los dos, es más, quizás no sepan que existe un día internacional en su nombre. Si es que acaso se reconocen como mujeres rurales, pero este no es el punto. El asunto es que ambas opciones plantean diferentes horizontes de posibilidades de ser mujer rural. Uno más institucionalizado, formal, de imágenes pulcras de esfuerzo y sudor, una estampa folclorizada. Son discursos que bordean los psicologismos de mujeres empoderadas y resilientes que romantizan las múltiples precarizaciones de la vida rural. El otro, no es panacea, intenta reconocer sus limitaciones concretas en la capacidad de contagiar la radicalidad de su posición. Avasallante y no menos citadino, tiene la potencia de quien grita revolución, pero ¿cómo encontramos los sustratos para germinar estas semillas en nuestra árida realidad?

El maestroy don Gabriel Ramos¹, boliviano de la ciudad de La Paz, colaborador de un taller de Sociología de la Imagen, mientras picaba la tierra nos decía: “la cabeza sabe y la mano sabe”, haciendo referencia a la importancia de la unión del trabajo manual y el trabajo mental. No se puede hablar sobre lo que no se trabaja, ni reflexionar sobre lo que no se experimenta con el propio cuerpo, como tampoco accionar sin pensamiento. De cierta forma, se asume un compromiso ético político en cada acto que llevamos adelante, se explicite o no.

Nosotras, hijas de trabajadorxs campesinxs sin nivel secundario, profesionales que en la década ganada obtuvimos becas para formarnos como investigadoras², parte de la marea feminista latinoamericana, que elegimos volver a vivir al lado del cerro Pie de Palo, nos reconocemos como una de las tantas formas de ser mujeres rurales. Somos una porción del campo social que investigamos y militamos, nuestra certeza se consolida en un activismo político reflexivo de los patios y las chacras. En plena pandemia por Covid 19 con un grupo de vecinxs, amigxs, conocidxs de la vida en La Boca del Tigre, nos animamos a constituir una cooperativa de producción de alimentos agroecológicos. Una de las acciones más difíciles: incorporar mujeres en la organización. 

Aún al conocer las menciones de la ONU, participar de tanto encuentro de mujeres como sea posible, compartir y leer cuanto texto feminista se nos acerca, nos vemos en el gran desafío de incorporar mujeres en esta pequeña estructura cooperativista. A la sugerencia de Raquel Gutiérrez Aguilar sobre “cultivar cercanías y gestionar distancias” nos debatimos en los modos de darle fuerza a las participaciones micropolíticas de las vecinas. Ensayamos invitaciones, improvisamos encuentros, discutimos recetas y nos llenamos de chistes e intereses diversos con tal de hablar, conocer, reflexionar y acompañar el fluir de la vida de estas vecinas y amigas. A veces la tarea es como bordar con un hilo fino, vigilando atentamente la puntada, regulando los tires y aflojes que parecen ser mínimos. En otras ocasiones el bordado es con hilo grueso, guiadas por una intuición o corazonada, y -sin racionalizar demasiado- la obra se construye rápido. De todo esto sólo podemos quedarnos con la sensación del ejercicio del bordado.

Por esto y este compartir estimadxs lectores, lanzamos una invitación a asumir cada día un poco más en el cuerpo, en las manos, en el chuyma (pulmones, corazón e hígado en voz quechua) el quehacer de la investigación-educación-acción como posición política de estar junto a quienes investigamos. Sean estos seres humanos o no. Abrir más la cancha para nombrar, para sacar la voz entre todas/todes/todos. El sonido propio y colectivo que nos posiciona en el diálogo en todos los espacios. Hackeemos el individualismo academicista, colectivicemos las reflexiones. Confiemos que a pesar de los 500 años de opresión encima, nos damos la mano en la resistencia y marchamos también en nuestras academias. No estemos solxs, no estamos solxs.

Es momento de cultivar la cercanía, el apañe, salir del confinamiento cada vez más visible para gestar comunidades en lo invisible. Comunidades investigativas, comunidades de afinidad temporal que intelectualizan y materializan las teorías mientras toman mates dulces y se debaten cómo sembrar sus chacras entre vecinxs. En lo que llevamos caminando esto, nadie nombra las palabras “soberanía alimentaria” pero hacen abonos orgánicos con elementos que recolectaron o reciclaron para que quienes consuman sean lxs propixs vecinxs. Ninguna persona menciona el “derecho al agua” o “uso eficiente de un bien común”, pero traficamos sistemas de riego por goteo de grandes fincas abandonadas o re-conducimos organizadamente el agua, cuidandola casi como un bien sagrado. La “minga” es la práctica habitual, sea para preparar unos bordos de tierra, hacer plantines o levantar una pared sin que nadie siquiera conozca esta palabra. El proceso es lento. Administramos el tiempo libre que nos queda de los trabajos asalariados (en el mejor de los casos), y no se nombra ni se reconoce esto de la “precarización laboral”, más bien se vive y se siente. 

Queridxs lectoxs, si el confinamiento nos quita las aulas y los boxes, tomemos los patios al aire libre, los largos viajes en auto, los campos al sol y al viento. Volvamos a las libretas, tan reales y concretas, donde anotamos compulsivamente los sentires y reflexiones. Le saquemos cuerpo y tiempo a lo virtual que lo quiere tomar todo. Combatamos la virtualidad de las computadoras y smartphone, zoom, meet, jitsi y cuanta plataforma nueva aparezca. No cedamos frente a la luz azul de la página de caracteres vacíos que nos aterroriza y mata nuestro tiempo. Hagamos de este 15 octubre 2020 un voto de acción ético político de los espacios que habitamos, si ya lo venimos haciendo/sintiendo, ¡ahí vamos!, pronto nos estrecharemos los brazos al grito de ¡Viva la mujer rural!…y ese grito tendrá más cuerpo, nombre e historia.

 


  1. Gabriel Ramos es colaborador en el Tambo del Colectivo Chixi, sede del curso de Sociología de la imagen, dictado por Silvia Rivera Cusicanqui.
  2. Ambas accedimos a becas para finalización de estudios y posgrado a través de las políticas públicas de ciencia y tecnología implementadas durante el período 2003-2013.

Ilustraciones de B. Prabha (1933-2001). Ella fue una importante artista de la India que comenzó a trabajar en un momento en que India tenía pocas artistas mujeres. La vida de las mujeres rurales la conmovió y, con el tiempo, se convirtieron en el tema principal de su trabajo. Sus oleos son conocidos por las figuras alargadas de mujeres rurales pensativas. En el momento de su muerte, su trabajo se había mostrado en más de 50 exposiciones y se encuentra en algunas colecciones importantes, incluida la Galería Nacional de Arte Moderno de la India.

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